Dicen que la adolescencia es la edad de los descubrimientos y de la angustia. Max lo sabe bien. Con catorce años acaba de ver cómo su vida da un giro inesperado: a su padre le han encargado la reforma de un faro en una isla remota y durante unos meses toda la familia se instalará allí.
Justo ahora que Max empezaba a tener amigos en el instituto —aunque una parte de la clase se había encargado de darle a conocer una palabra que le tortura, body shaming—, justo ahora que había comenzado una relación especial con una chica —aunque todavía no le habían puesto nombre a lo que sentían —, justo ahora debe dejarlo todo y empezar una nueva vida que nadie le ha consultado si quería.
Pero Max aún no sabe que la adolescencia también es la edad del primer amor, el más intenso, el que marca para siempre.